MOZART INFRECUENTE I
Domingo 15 de octubre de 2006, auditorio de Caixa Forum.
Maravilloso concierto a cuatro manos de estas dos hermanas gemelas turcas. Las dos son extremadamente guapas y de una delgadez que roza la anorexia (que le vamos a hacer, eso es lo primero que se ve en cuanto salen al escenario).
La sincronización de las dos es algo sorprendente, quizás influya en ello el hecho de que sean hermanas gemelas. Y llamó también la atención la energía que salía de aquellos estilizados cuerpos cuando la interpretación lo requería.
El programa teóricamente estaba dedicado a obras infrecuentes de Mozart, leiv motiv del ciclo organizado por Caixa Forum, en este caso de piano a cuatro manos, generó que Mozart practicó abundantemente en su juventud cuando salía de giras de conciertos con su hermana Nannerl. Sin embargo, el estrellato de la noche se la llevaron la obras románticas que las hermanas introdujeron en el programa, Shubert y Lizt.
Las obras de Mozart fueron la Fantasía para órgano mecánico en fa menor, KV 608, la Sonata para piano a cuatro manos en do mayor, KIV 521 y la Fantasía para piano a cuatro manos en fa menor, op 103, KV 358. Estuvieron magnificamente interpretadas. Sin embargo, cada vez hecho más de menos el pianoforte para interpretar la música de Mozart (incluso la de Bethoven, en muchas ocasiones).
Como dije, las estrellas de la velada fueron las obras románticas: la Fantasía para piano a cuatro manos en fa menor, op. 103, D. 940 de Franz Shubert, que fue interpretada con una cantabilidad, una articulación y un legato impecables, majestuosos. La intensa melodía de todos los movimientos, que se interpretaron sin interrupción, fluía con una pocas veces conseguida intensidad romántica. Al menos desde el punto de vista de que gozaba, en una muy buena localidad en la segunda fila, la superposición de las dos hermanas en el mismo piano hacía parecer que estaba tocando una persona con cuatro brazos y manos, y eso es realmente lo que sonaba. Incluso los elegantes y armonioso movimientos de las dos, eran un espectáculo estético admirable, parecía un ballet sobre las teclas del piano.
Con la Rapsodia Hungara num. 2 en do sostenido menor, S. 224/2 consiguieron el milagro de no aburrirme con una obra de Lizt. Fue maravillosa y sobretodo con una energía y un virtuosismo increibles. El publico entró en el delirio con esta interpretación que cerraba el concierto.
Los bises de rigor acabaron de redondear la tarde, aunque el público barcelonés, como casi siempre, fue finalmente un poco rácano en los aplausos, se merecían más y ellas lo esperaban (y seguramente se hubieran estirado con otro bis si se hubiera insistido un poquito).
En fin, no se me ocurre mejor forma de pasar una tarde de domingo. Que bien que el ciclo sigue.